miércoles, 28 de enero de 2015

Éxito adulto.


 



En 1998, en plena gira de 'Más' (1997) y ocho años después de publicar su primer disco, Alejandro Sanz (Madrid, 1968) protagonizó su primera portada –de cuatro– en esta revista. “Es una de mis favoritas”. Tenía legiones de fans y debía alojarse en hoteles de las afueras para evitarlas, pero todavía no se había independizado. Se preocupaba por los negocios de sus padres. En los 10 años siguientes, el ascenso fue de vértigo. Dio el salto al mercado internacional; se mudó a Miami –epicentro mundial de la música latina–, donde había grabado 'El alma al aire' (2000), y se volvió más pausado en sus declaraciones públicas. “Estaba harto de sonreír todo el día”, declaró en 2003, “era como una mueca”. Hoy, con más de 23 millones de discos vendidos y 12 millones de seguidores en Twitter, reflexiona: “Mi carrera es un todo, pero sí hubo un momento en el que me di cuenta de que ser artista no significaba renunciar a ser músico. Hoy, artísticamente hablando, no tengo ningún pudor. Soy el responsable de lo que suena, y eso me sienta bien”. Desde que comenzó, a finales de los ochenta, el mundillo ha variado mucho a su alrededor. “Me preocupa cómo ha cambiado la forma de escuchar la música. Las canciones antes eran la primera sonrisa de la mañana o el psiquiatra de finales de verano. Ahora son el yogur de media tarde. La piratería me cansó; detrás hay gente sin escrúpulos que hizo daño a muchos trabajadores”, afirma. “Se manipuló la opinión pública por parte de algunos grupos empresariales, y ciertos políticos usaron el tema para beneficiarse, lo que dio paso a un estado de resignación irónica”. No arremete contra Internet, “es una revolución tan importante como la industrial”. Pero cree que es una herramienta que se debe utilizar con cuidado. “Detrás del aire de libertad que las grandes marcas tecnológicas nos prometen existen intereses que utilizan una nueva forma de burlar las reglas más elementales del comercio”.

 
 Foto:James Rajotte